Nada ni nadie...




es madrugada... acabo de entrar esquivando charcos, borrando huellas a la sombra que me sigue, que me pide que no entre a casa...
a esa sombra, que me grita al oído todas las madrugas, no le gusta que me quede encerrado en mí, porque le quito espacio.

a esa sombra, que le queda bien mi codo en una barra, le da miedo que entre más en mis ideas que en las palabras de los otros...

a esa sombra no le gusta nada, ni nadie, y por eso me deja quieto, en medio de la cama, mirando el techo muerto, sin vida ni espalda...

le gusta, a esa sombra, verme boquear para conseguir un poco de aire, ese aire que no tengo y que me resume como persona que todo lo esquiva... que nada le importa.

a esa sombra le molestan mis pastillas, mis flirteos con la mente y la tristeza que me hace estar en pie y me alimenta en esta soledad.

esa sombra es cruel y mala perdedora; recrea a cada momento la imagen de un arma a dos dedos de mi sien y dos dedos de mi oído... y me sonrío, me sé cobarde, pero mejor estoy sabiendo que esa sombra teme, en verdad, que me quede callado y quieto, a su lado, y lleno de muerte y le quite el protagonismo, por ejemplo, en esta noche en la que llueve y siento miedo de no poder sentir nada más...

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