Ellos no se cambiaron la chaqueta...

Y yo me quedé sentado viendo el modo extraño de crecer de mi barba... Y los tatuajes no crecieron, y los ojos no brillaron más... Pero mientras el frío recorre mis dedos, me acordé de esa chica que vivía frente al cementerio... O la que bailaba en cruces invertidas.

Y mientras las voces en mi cabeza no dejan de sentirse abandonadas, lleno mi copa con más bebida, y deletreo, muy silenciosamente, entre sombras, los nombres de mis siete ángeles.



Y mientras recuerdo los cristales del espejo estallando entre mis manos, la sangre y las risas convulsionadas de miedo; me encuentro solitario, y a la espera de que ella abra la puerta con sus bolsas llenas de cosas para las fiestas, y sentarnos a cenar y discutir de cualqueir cosa.

Sí, es cierto, extraño toda la estúpida vanidad de poder escribir delicadamente acerca de lo más vulgar de la noche... Y extraño los pasos de los que ya no me acompañan... sus voces... Y sus abrazos borrachos la noche antes de mi cumpleaños...

Pero no extraño al confabulador de turno, ni aquel que en la madrugada se pone a apilar los cuerpos muertos que han golpeado el suelo con la verdad de mi locura callada...

No los extraño... porque siguen en mí... conmigo... ellos no se han cambiado, ni un poco, che, pero te garanto que ni una milésima, la chaqueta roñosa de siempre...


(ni usan pijama... o pantuflas...)

Comentarios

Irene Vilches ha dicho que…
Amén.

Pero... ¿era necesaria la foto?

:P

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